Call of Duty: ¿Alimentando a los enemigos de Venezuela o simplemente un estúpido juego?

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Almagro is a red-beret wearing, Simon Bolivar-admiring and vehemently anti-US Venezuelan dictator who used petrodollars to forge a nightmare alliance of South American nations.

Si la ideología moldea nuestras fantasías como bien sugiere Zizek, entonces Call of Duty: Ghosts destila imperialismo.

“¿Cómo nos vemos a nosotros mismos ideológicamente? ¿Por qué cosas nos parece que merece la pena luchar? ¿Cuál es el significado de nuestra vida?”

Esta es la respuesta que dio el filósofo esloveno Slajoj Zizek, durante una reciente entrevista para Vice, a la pregunta de por qué considera que el cine es una herramienta tan útil para analizar la ideología capitalista actual.

Respondiendo a su propia pregunta continuó diciendo, “Hay que mirar hacia Hollywood donde la ideología aparece en su forma más pura y destilada.”

La entrevista trataba sobre la última película de Zizek, La Guía Ideológica para Pervertidos. En la película, Zizek argumenta que incluso en nuestros sueños y fantasías, no podemos escapar de las ideologías dominantes de nuestro tiempo.

“La ideología no es tan solo el mundo en el que vivimos, sino sobre todo las maneras equivocadas en las que imaginamos escapar. Es precisamente en ese sueño de cómo escapar de la realidad donde simplemente reproducimos el mismo mundo,” explicó.

“Creo firmemente que el cine en su forma actual y la transición de la popularidad a las series de televisión y videojuegos es extremadamente importante en el seguimiento de las ideologías de hoy en día,” dijo Zizek a CineVue.

Según Zizek, el miedo también juega un papel importante en la ideología.

“Los estadounidenses de a pie, al igual que la gente común de todo el mundo, tienen muchos miedos. Le tenemos miedo a todo tipo de cosas. Tal vez tengamos miedo a los inmigrantes, o a personas a las que percibimos como inferiores a nosotros mismos y que nos puedan atacar o robar,” dijo en su última película.

La trama de Call of Duty: Ghosts, es una suma de todos los miedos provincianos sureños: los hispanos amenazando con tomar los Estados Unidos. Es una inversión terrorífica de la realidad geopolítica del Siglo XX. En un futuro cercano alternativo, Sudamérica se ha unificado para convertirse en una coalición agresiva conocida simplemente como la “Federación”. Liderada por el dictador venezolano, de boina roja, admirador de Simón Bolívar y vehementemente anti-EEUU, el General Diego Almagro, la Federación se ha apoderado de la gran parte de Latinoamérica y ha reducido el sur de los EEUU a cenizas. En un gesto que pretende imitar el “Decreto de Guerra a Muerte” de Bolívar, Almagro exige la detención o el asesinato de cualquier estadounidense que se encuentre en territorio de la Federación antes de los acontecimientos que suceden en el juego, desatando así la guerra hemisférica sin cuartel.

Cuando comienza el juego, los EEUU se encuentran a la defensiva después de que los Federales (como suelen llamar a la coalición latina los soldados de infantería) robaran algo de destrucción masiva que se encontraba en órbita y se volviese contra sus antiguos dueños. Todo el mundo está un poco molesto porque la mitad de los EEUU fueron bombardeados antes de que el satélite de la muerte pudiese ser detenido. Después de todo, sólo los EEUU tienen derecho a utilizar armas de destrucción masiva.

La pesadilla continúa cuando los hispanos se adentran en manada en el sur – ahora un páramo desolado de ciudades bombardeadas.

Durante las más o menos diez horas de disparos/apuñalamientos/bombardeos contra cualquier cosa que se mueva (no nos estamos quejando, eh), el jugador puede visitar en más de una ocasión la capital de la Federación, Caracas, matar a un joven Chávez al General Almagro y vivir un poco de drama familiar.

Claro, que esta no es la primera vez que los jugadores han visitado Venezuela para derrocar a Chávez un dictador imaginario con hambre de poder. Hace unos años, Mercenarios 2: El Mundo en Llamas ofrecía una experiencia similar, que incitaba con un infinitamente peor juego y una “Venezuela completamente destructible”. Cuando Mercenarios 2 empezó a recibir críticas del gobierno venezolano, un portavoz de los creadores del juego describió la respuesta hostil de Caracas como “cómica”.

“Al final, lo que hay que recordar es que se trata simplemente de un maldito videojuego,” dijo Jeff Brown de Eletronic Arts.

Y estoy de acuerdo… en gran parte, aunque el alarmismo de los medios sobre Venezuela no se reduce a unos pocos videojuegos.

Tomemos por ejemplo la serie dramática de televisión Homeland, que a principios de año dio un inesperado giro a su trama en la que su protagonista aterriza en lo que parece ser una versión alternativa de Caracas, mostrada como un verdadero infierno sobre la tierra.

Luego está también la denigración sin fin y la desinformación sobre Venezuela en la prensa internacional.

Pero, analizados de manera independiente, tanto Mercenarios 2 como Call of Duty: Ghosts son simplemente juegos. El objetivo es disparar contra cosas, no prestar atención a la (habitualmente insustancial) historia de fondo.

Llegados a este punto, debería añadir que en el pasado era un gran seguidor de la franquicia Call of Duty, pero nunca antes había descifrado la trama de los juegos que no estuviesen basados en la Segunda Guerra Mundial. De algún modo conseguí jugar Modern Warfare II sin tener ni idea de qué estaba ocurriendo. Cuando llegué a Modern Warfare III, empecé a imaginarme mi propia historia para explicar por qué en un nivel me encontraba destruyendo Wall Street (o intentando salvarlo tal vez ¿a quién le importa?) para un par de horas después pasear sigilosamente por un pueblo de chabolas en África con una potente arma.

Empecé a desertar un poco de la serie cuando comencé a perder la noción del juego que estaba jugando cuando me encontraba a medio nivel.

Además, a pesar de los vínculos existentes entre Pandemic, creador de Mercenarios 2, y el ejército estadounidense, la noción de que los videojuegos están siendo utilizados en un esfuerzo concertado para adoctrinar a toda una generación para invadir Venezuela, sigue siendo cuestionable.

Por ejemplo, incluso si algún lumbreras consigue encontrar un pequeño vínculo entre Activision y el complejo militar-industrial del ejército estadounidense, estoy seguro de que no se trataría de una conspiración intencionada y cuidadosamente planeada para adoctrinar a los jóvenes a unirse al ejército o algún otro ingenioso complot. De hecho, y dada mi afición moderada a los juegos, sospecho que sólo me quedan cuatro o cinco secuelas idénticas más de Call of Duty antes de que me afecte el síndrome del túnel carpiano y me vea permanentemente privado de la capacidad de disparar un arma. Desde luego no soy el primer recluta para un combate (enhorabuena a mis amigos de los refrescos Mountain Dew y Doritos).

Además, intuyo que la mayoría de los jugadores de Call of Duty simplemente piensan que Sudamérica es otro exótico telón de fondo en el que llevar a cabo tiroteos en alta resolución. La larga historia de Washington de aterrorizar el hemisferio occidental, su papel en el golpe de estado de 2002 para derrocar al gobierno venezolano, sus continuos esfuerzos por desestabilizar Venezuela y la larga historia de apoyo a dictadores que se parecen más a Almagro que a Chávez, seguramente no se les pase por la cabeza a los jugadores mientras acribillan todo lo que se les ponga por delante en la campaña de un solo jugador de Call of Duty. Los gráficos, las nuevas armas, esa imperiosa necesidad de pasar al nivel de varios jugadores y la eterna pregunta de sí será posible ir a por otra lata de refresco antes de que se cargue el siguiente nivel, son cuestiones que pesan bastante más en las mentes de los jugadores que esos matices neocoloniales.

Asimismo, Call of Duty: Ghosts, apenas parece la herramienta perfecta para conformar la opinión pública contra Venezuela (además, ¿cuántos políticos y líderes empresariales juegan a videojuegos?).

Una explicación mucho más convincente es algo que recuerda al modelo de propaganda Herman/Chomsky de los medios de comunicación. Al igual que las noticias, no existe ninguna razón para creer que el contenido de los medios de entretenimiento no puede adherirse de forma natural a un marco ideológico dominante.

Es muy simple. Los videojuegos venden porque son divertidos y, por ello, los que los desarrollan hacen juegos basados en ideas que parecen divertidas. Al igual que nosotros, los desarrolladores, los programadores, los diseñadores de juegos y demás están inmersos en construcciones ideológicas dominantes de capitalismo e imperialismo. Cuando sueñan, sueñan con el capitalismo, como bien diría Zizek. Cuando escriben sus sueños en código informático, orgánicamente reproducen esas mismas ideologías. La trama de Call of Duty: Ghosts es, más que nada, el producto de ideologías dominantes. Puede que las metáforas políticas se les graben en la mente a un puñado de jugadores, pero seguramente no se acuerden siquiera de qué países han visitado en cada nivel del juego.

Además, los miedos a la invasión hispánica, esas tierras crueles y exóticas al sur de la frontera y la pesadilla de que todos esos pequeños países puedan unirse un día y oponerse a la explotación no son solamente inherentes a Call of Duty: Ghosts, sino que son inherentes a la política estadounidense, a los intereses económicos y se podría decir que a la cultura anglosajona en general. El problema no es este juego – el verdadero problema es el marco ideológico que hacen que las fantasías como la de la historia de Call of Duty sean atractivas.

Sin embargo, un problema mucho más urgente es que el mundo de fantasía de Call of Duty: Ghosts no sólo es habitado por jugadores que se toman un respiro de la vida real. El mundo ideal en el que Venezuela es gobernada por una dictadura agresiva que debe ser contenida también cuenta con el favor de figuras políticas de alto perfil como la embajadora de EEUU ante la ONU, Samantha Power, el Secretario de Estado de EEUU, John Kerry, senadores como el Presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado de EEUU, Bob Menéndez, Roger Noriega, una parte importante de los grupos de la oposición venezolana de extrema derecha y una serie de expertos de derecha y periodistas corporativos. Es decir, ya estamos en el momento de auge para los agentes inmobiliarios, pero se podría convertir en una burbuja inmobiliaria en la próxima temporada de Homeland. Sin embargo, esos jugadores que se adentran en fantasías ridículas después del trabajo no son el problema; que los legisladores hagan lo mismo durante las horas de trabajo, sí que lo es.

Así que, aunque aún te quiero Call of Duty, preferiría matar zombis que sudamericanos en nuestra próxima entrega. No es nada personal, simplemente estoy cansado del regodeo de la extrema derecha cuando devenga las franquicias de entretenimiento más populares.

Fuente: http://venezuelanalysis.com