PAREMOS LA LLAMADA A FILAS, ELIJAMOS EL VOLUNTARIADO.

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Abril marca la temporada de servicio para los jóvenes tailandeses. Igual que en años anteriores, el examen militar de este año no dejó de suscitar un gran entusiasmo popular con súper estrellas como Mario Murer, entre las celebridades que jugaron al juego de “carta negra-carta roja”. Mientras tanto, fotos de hermosas transexuales, que se presentaron para la inspección, se difundieron a través de los medios sociales.

A pesar de que la llamada a filas ha terminado, no han cesado las críticas sobre el fracaso del reclutamiento militar para mantenerse fiel a su objetivo de “servir a la nación”. Más bien, está aquí para quedarse, sobre todo bajo un gobierno militar que se enorgullece en gran medida de la reforma nacional y de "devolver la felicidad a la gente".

El acontecimiento más reciente fue cuando el lunes pasado, Sulak Sivaraska, un destacado estudioso y crítico social, dejó un mensaje en Facebook hablando de cómo el reclutamiento tailandés es un acto de coacción que debe ser eliminado. No podría estar más de acuerdo con él. Como ex militar reclutado, que sirvió durante todo un año en las Fuerzas de Seguridad del Comando Real de las Fuerzas aéreas tailandesas bajo el proyecto cohorte de segunda de 2012, puedo hablar con extrema convicción de que el servicio militar tailandés es un engaño.

La sociedad tailandesa, los hombres jóvenes capacitados junto con sus padres y novias son convencidos, a través de propaganda, de que el reclutamiento militar es una forma de servir a la nación y es por el bien común. En realidad el reclutamiento no sirve a la nación sino a sus superiores.

Pasan largas horas en los campamentos militares, prácticamente la mayor parte del día, haciendo tareas que nada tienen que ver con la seguridad nacional. Entre sus muchas funciones están el planchar, lavar automóviles, limpiar platos y hacer la cama a sus oficiales. Si, has leído bien. Yo he tenido que hacer todo esto.

La corrupción es común desde que se inicia la llamada a filas hasta el día que los reclutados ponen el pie en el campamento y viven en el cuartel: algunos padres sobornan a las autoridades a cambio de permitir que sus hijos se escapen al servicio militar obligatorio por la puerta trasera, principalmente mediante el traslado de estos a distritos donde el reclutamiento está completo.

Una vez dentro del campamento, se pide, a algunos reclutados, que sacrifiquen su escasa paga de unos 9,000 bath a cambio de un billete a casa (en términos militares, esto se llama “ploy taharn pee” que literalmente significa soldado fantasma liberado); a la paga de algunos reclutados se les descuenta el pago de sus uniformes con valor por encima del precio de mercado. Mientras a algunos se les ordena trabajar fuera de su emplazamiento, haciendo tareas como transporte de maletas en el aeropuerto, la remuneración que deberían recibir se divide parcialmente o se embolsa totalmente a sus oficiales.

Negándome a tomar la ruta fácil de la corrupción, decidí jugármela a “carta negra-carta roja”, cuando regresé a Tailandia después de estudiar en el extranjero durante 14 años y medio. Terminé consiguiendo una carta roja pero fui lo suficientemente afortunado de reducir mi reclutamiento a la mitad, dando servicio durante un año en lugar de los dos que me tocaría por mi licenciatura. Lo más duro fue cuando tuve que renunciar a mi trabajo como reportero profesional de telediarios en Thai PBS.

Siendo justos, tengo que admitir que no todos los oficiales eran opresivos o sin escrúpulos. Los primeros siete meses de mi entrenamiento como Guardia Real, se me pidió trabajar en un programa de entrenamiento en inglés para oficiales del Comando de las Fuerzas de Seguridad RTAF, bajo la orden de un mariscal del aire con buen corazón, quien disimulaba su rango militar y trataba a sus subordinados con mucho respeto.

Sin embargo, el mariscal del aire, al que tuve el honor de servir, estaba entre los pocos oficiales superiores de esta clase. De hecho, la oportunidad que se me dio para trabajar en un proyecto legítimo, aunque sólo fuera durante un par de meses de mi servicio, en realidad no era experimentado por la mayoría de los soldados.

La explotación de jóvenes en el servicio militar obligatorio tailandés aún perdura. Uno o dos años de vida de estos jóvenes, que son el futuro del país, es mucho tiempo para ser desperdiciado. Esto es particularmente cierto para aquellos que se han graduado en el colegio y han encontrado un trabajo decente. ¿Quién dice que no pueden servir a su país dignamente con sus propias cualidades?

Por otra parte, los fondos del estado destinados al servicio militar obligatorio pueden utilizarse para malversación del dinero ganado con el esfuerzo de los contribuyentes, dado que el presupuesto no es transparente y carece de responsabilidad de cuentas. Si el ejército está necesitado de más mano de obra para proteger y reforzar la seguridad nacional, lograran mucho más promoviendo a la gente para ser voluntario en vez de coaccionarles a jugársela a “carta negra-carta roja”, al mismo tiempo que enseñarles habilidades tangibles diferentes a la limpieza domésticas o jardinería.

Bundit Kertbundit está graduado en la UC de Berkeley. Era reportero en el Servicio público de Radiodifusión tailandesa antes de servir durante un año en el servicio militar obligatorio en 2012.

Escrito por: Bundit Kertbundit

Fuente: Bangkok Post

Foto: Bangkok Post

Traducción: Lydia Saiz

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